jueves, 29 de marzo de 2012

¿Quiénes son las humanidades hoy, en el devenir de nuestra cultura más allá de la facticidad?

¿Quiénes son las humanidades hoy, en el devenir de nuestra cultura más allá de la facticidad?
Antonio Martínez Ortega
Facultad de Filosofía y Letras. UNAM.
Estudiante del Colegio de Filosofía.


Agradezco el apoyo recibido del Proyecto PAPIIT IN403211
"Desafíos Éticos de la diversidad cultural para una ciudadanía de calidad"
para la realización de este trabajo.

Resumen. El presente trabajo pretende analizar en una primera parte y de manera general, el papel que juegan hoy en día las humanidades en la sociedad mexicana: sus limitantes y carencias; y las consecuencias que estos factores generan en la construcción y devenir de la cultura. Y en segunda parte y con mayor detenimiento, tratar de responder las preguntas: ¿quién es hoy la filosofía? ¿Cuál su táctica para confrontarse ante la ciencia y la tecnología, ante la globalización y lo político? Así como analizar la necesidad de romper las fronteras de ésta para con ello erigir una verdadera filosofía universal y con ello la posibilidad de contribuir de manera más contundente en esta construcción de la cultura.


Antes de comenzar con esta charla, permítanme agradecerles y reconocer su empatía por este congreso, tanto para ustedes como para los organizadores del mismo, por la preocupación de ustedes y de los responsables intelectuales de este evento por la situación actual de las Humanidades en México, por su porvenir, en este frenético devenir. Agradezco su interés, les agradezco por estar aquí, donándonos un poco de su tiempo. Tiempo, que como todos sabemos, hoy día es lo que menos tenemos o, al menos, de eso se nos ha querido convencer, en estos tiempos posmodernos o modernos, da igual, como cada uno de ustedes o de nosotros quiera llamarle. Pues al final, el modelo de hombre moderno, de sociedad moderna, de cultura moderna o posmoderna, fue y es sólo eso, un mero modelo; un artificio conceptual, un juego de letras, un ideal más. Y ¿quién querría convencernos de esto? ¿Quién y para qué querría hacernos creer que estos tiempos, nuestros tiempos, son los mejores momentos de la humanidad? Sólo porque hoy día la ciencia y la tecnología, se han autocoronado como lo más verdadero y puro; casi al borde de la perfección, colocándose así en la punta de la pirámide de la vida. ¿Quién, quién quiere convencernos de esto? ¿Con qué fin? Pero, ¿quién está al servicio de quien… está la ciencia y la tecnología al servicio de la humanidad –y de qué humanidad- o es ésta quien está al servicio de la ciencia y la tecnología? ¿En qué momento, nosotros los “humanistas” permitimos tal atrocidad? ¿En qué momento las humanidades desviaron su fin último y pretendieron vestirse de “ciencia”? ¿En qué momento la historia, la antropología, la pedagogía, la economía, el derecho, la literatura, la sociología, la filología, la lingüística, el arte, la filosofía misma; se volvieron elitistas, erigiendo fronteras a su alrededor, resguardando sus enseñanzas en eso que llamamos: “lo académico”?

¡Dios ha muerto! Anunció Nietzsche[1]... enunció la filosofía, dejando a la humanidad al borde de la nada, frente a un vació inmenso e irremediable, que mejor regalo para la humanidad, pues, con este hecho, toda responsabilidad ética, epistemológica y artística recayó completamente en cada individuo, en cada cultura, en cada sociedad,  y en particular la occidental; pues Oriente es un  mundo aparte, en todos los sentidos. Y en particular en la cultura budista, donde a grandes rasgos puedo decir que siendo el hombre ajeno a toda deidad divina, es él mismo responsable de sus actos, de su andar en la vida, así “El Budismo es, en su origen, una de las reacciones más grandiosas y radicales a favor de los derechos humanos universales, propios del individuo, frente a la aplastante tiranía de los pretendidos privilegios de origen divino, de nacimiento y de clase.”[2]

I.                    ¿Quiénes son las humanidades?
Ante este panorama, hasta cierto punto decadente, desalentador, casi nihilista, me asalta la pregunta; no por el ¿qué son? Sino por el ¿quiénes son las humanidades? Cuestión que va más allá de una mera estructura conceptual  lingüística, más allá de una mera respuesta enciclopédica, más que una explicación erudita. Pues va de lo ontico a lo ontológico. De esta manera la pregunta por el “quién” y no por el “qué” de cada una de las diferentes disciplinas humanísticas, me conduce a preguntar por la esencia de éstas, por la naturaleza de cada una de ellas, lo que les da vida, las erige; así pregunto: ¿quién es el historiador? Y no la historia, ¿quién es el pedagogo? Y no la pedagogía, ¿quién es el abogado? Y no el derecho, ¿quién el artista? Y no el arte, ¿quién el filósofo? Y no la filosofía. Pues qué sea la historia, el derecho, la pedagogía, la filología, el arte, la literatura,  etc. Nos aleja de la situación real, fáctica y empírica de cada una de ellas, nos aleja de su verdadero fin practico, de sus resultados en la sociedad, en el día a día que cada uno de nosotros vive, ya que el preguntar por el qué son cada una de ellas, nos conduce a discusiones estériles e interminables; no digo que lo otro nos exima de ello, empero, la diferencia estriba en sus dos radicales destinos. Pues la pregunta por el ¿qué son las humanidades? nos conduce a un sin fin de opiniones objetivistas, a discusiones interminables, a un común acurdo que las define, alcanzando un nivel casi utópico; definiciones elegantes, formales, pero a fin de cuentas utópicas, pues una vez aterrizadas, llevadas a lo cotidiano, a lo factico, los moldes conceptuales que las definen se rompen.

Por ello mi insistencia, en preguntar por el sujeto de las humanidades, tanto por el que es ya pedagogo, abogado, poeta, escritor, artista, filólogo y por el que está en vías de serlo, es decir el estudiante. A ellos les pregunto, ¿dónde quedo esa responsabilidad para con la sociedad, con la cultura, consigo mismos? Pues el humanista, considero, es quien sirve de guía a cada una de las personas de una sociedad, que más allá de ponerlas en contra, o de verlas como meros medios para fines económicos; debiera enseñarles y fomentarles el respeto, la empatía, la igualdad no ya con meras enseñanzas teóricas y discursos eruditos, sino con el ejemplo vivo. Pues el humanista es el hacedor continuo de la cultura, de la paideia, a través de la educación, la cual, como bien menciona Jaeger:

“[…] es una función tan natural y universal de la comunidad humana, que por su misma evidencia tarda mucho tiempo en llegar a la plena conciencia de aquellos que la reciben y la practican.
De la educación […] se distingue la formación del hombre, mediante la creación de un tipo ideal íntimamente coherente y claramente determinado. La educación no es posible sin que se ofrezca al espíritu una imagen del hombre tal como debe ser.”[3]

Esta imagen que menciona Jaeger, se refiere a la del héroe de la tragedia griega, pero más allá de todo héroe, está de tras la imagen del escritor de esa tragedia. Que es quien en la primera Grecia, es el educador, el hacedor de esa cultura y permítaseme el anacronismo, es el humanista. Y de esto sin lugar a dudas, Sócrates se percató, es por ello y sin temor a equivocarme, que la tesis fundamental o tema central de toda su República es justo su preocupación por la educación, así la educación es el núcleo entorno al cual giran todas y cada una de sus ideas y tesis que en cada libro que conforma la República van exponiéndose y debatiéndose. Pero la educación debe verse no como ese mero acumulamiento de conocimientos, es decir, como una mera erudición, como una mera teoría, sino como teoría arrojada al devenir, Praxis. “El aspecto verdaderamente práctico –es decir la acción necesaria para la cultura-, dado que en el fondo es la cosa más difícil, recibe miradas de desaire y desprecio”[4]

Así, dada mi corta experiencia en este sendero humanístico; creo, como bien señala Nietzsche, “[…] la cultura comienza precisamente desde el momento en que se sabe tratar lo que está vivo, y la tarea de quien enseña la cultura comienza con la represión del “interés histórico”.[5] Pero ¿qué es este saber tratar lo que está vivo? Es –en mi muy humilde interpretación-, ese momento presente, ese aquí y ahora… es el presente de cada uno de nosotros, de cada una de las sociedades. Que si bien, debe voltear al pasado, a su historia, a la de otros; pero, con un interés desapegado, esto es, contemplar en ese pasado los momentos gloriosos de la humanidad, momentos casi fugaces donde la cultura ha alcanzado su esplendor; pero con la conciencia firme en nuestro presente, conscientes de que ese pasado es sólo eso, pasado. Pues no podemos tratar de arrancarlo de su lugar para traerlo de vuelta, sino por el contrario, saber dejarlo ir, olvidarlo; saber que todo tiene un fin y que cada momento de la historia, de nuestro devenir, tiene un porvenir, pero que siempre y justamente esta por-venir. Y este hecho, esta represión a la historia,  es lo que permite que cada día, cada momento, cada época, tengamos la oportunidad de erigir una gran cultura, y mejor aún, una gran multicultira.

Y es ese ir al pasado, una de las tareas más importantes creo, no para la historia, sino para el historiador. Para el sujeto cotidiano, que con ayuda de otra de las disciplinas fundamentales, la pedagogía y esta a su vez se apoye en la lingüística, den las herramientas a esos alumnos, para poder enfrentar y desarrollar no ya una gran erudición, sino una genialidad que ponga su mirada ética en la cultura y así en cada uno de los seres que la conforman.

¿Pues qué queda a cada uno de nosotros, los que estamos y no estamos aquí? Y muy particularmente, ¿qué queda a nosotros los jóvenes, a los estudiantes, a los no estudiantes? Justo esto ya lo había advertido Benedetti y en su poema ¿Qué les queda a los jóvenes? Se pregunta:

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros.
[…]
¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan / abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno /
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines del pasado
y los sabios granujas del presente.[6]


Es así que, a cada uno de nosotros nos queda, no sólo aprender la cultura, sino hacer cultura, vivir la cultura. Pero debemos hacernos conscientes de dos importantes obstáculos los cuales se hallan frente a las humanidades en México; por un lado, la política paternalista que nos rige, que no ve en las humanidades un medio de desarrollo económico, no ve en cada uno de nosotros un obrero al cual explote y genere frutos económicos, no ve en cada uno de los humanistas un porvenir financiero, sino una derrama económica, una inversión sin ganancia. No digo que un país no deba preocuparse por la parte económica o que en el peor de los casos,  mi opinión se mal interprete y se piense que estoy en contra de la economía y política, sino todo lo contrario. Así la buena explotación y el buen desarrollo de las humanidades, de su enseñanza, de su práctica, deben fomentar el compromiso ético y respetuoso en cada uno de eso gobernantes, de esas personas que en algún momento fueron estudiantes, que en algún momento defendieron ideales. Sin embargo, hoy día vivimos en carne propia esa ausencia de lo humano en cada uno de nuestros gobernantes, de nuestros defensores legales, de nuestros vecinos, de uno mismo, pues hoy pareciera que la humanidad se deshumaniza a pasos agigantados; así –parafraseando a Nietzsche- puedo decir que cada día que salgo de casa, con rumbo al trabajo, a la escuela;  me aterro al descubrir que a mi alrededor hay seres de aparente forma humana, pero que al verlos interactuar entre ellos, al verlos acercarse a mí, al oírlos conversar con un lenguaje tan miserable, al verlos tomar lo que no es suyo, al verlos lastimarse a sí mismos y a otros, me doy cuenta que no son más que seres disfrazados de humanos.

Es por ello que hoy miro en esa política individualista que más allá de preocuparse y ocuparse por la educación de esta nación, de fomentar la cultura y el multiculturalismo, a través de las humanidades; de incluir a uno o más miembros de cada una de esas culturas indígenas, en lo político, en lo educativo, en lo económico y en lo jurídico, como representantes para sus distintas poblaciones y tener así una vasta colación de ideas, que estoy seguro, harían de esta nación un verdadero país competitivo y competente. Se aferran a no invertir en educación, a no promover las humanidades.

Ahora bien, el segundo obstáculo importante que resta grandeza a las disciplinas humanísticas, que empobrece la cultura y en un sentido estricto hace elitista y casi exclusiva a la educación, es justamente lo académico. A mi ver, la solución de éste, se haya en nuestras manos, en cada uno de los profesores humanistas, de los estudiantes y de los egresados en humanidades. Pues si bien, lo académico le resta esa fuerza a la enseñanza, pues si están de acuerdo conmigo, no todos los ciudadanos, tienen acceso a la educación, al bachillerato, a la universidad, por una parte y por otra, algunos de esos que se dicen maestros, licenciados en… humanidades, sufren delirio de grandeza y tan llenos de conocimiento, tan llenos de erudición tratan –o al menos así lo creen- de estar por encima de todos. Pero bajémoslos de la nube en la que están, pues también ellos tienen deseos, sienten sed, hambre, miedo; aman y lloran, envejecen y mueren. Así en este mundo cotidiano simplemente son uno más entre todos.  

Ante lo académico, ¿qué solución debemos proponer? En lo personal propongo; dado que el quién de las humanidades somos nosotros, como ya lo he mencionado líneas arriba, es el historiador, el pedagogo, el lingüista, el filósofo, etc. Los que podemos ir más allá de lo académico, difundir ese conocimiento adquirido a lo largo de nuestra formación; pues de nada sirve tenerlo allí guardado o dirigirlo a un grupo de intelectuales que sólo generen debate entre ellos, tertulias y réplicas infinitas y estériles. Además de esto último, dejemos fluir el conocimiento más allá de las fronteras académicas, más allá de las aulas; pues guardar celosamente tanto conocimiento, nos altera, nos hastía, nos hace ver ante los no-académicos, simples seres eruditos arrogantes. Por ello, y metafóricamente hablando, postrados frente al sol del “gran mediodía” y como Zarathustra dice para sus adentros: “hastiado de tanto conocimiento estoy como lo están las abejas que han acumulado un exceso de miel. Yo necesito manos que se tiendan hacia mí.”[7] Y en esas manos extendidas depositar todo ese conocimiento y ponerlo en práctica.   

Por ello, el medio por antonomasia y por el cual lo teórico debe convertirse en práctico para el caso que aquí nos compete, es el sujeto de las humanidades. Pues Es él quien debe ser esa imagen de la tragedia griega, el educador. Pero, justo en estos nuestros tiempos, ¿dónde está el humanista comprometido por la cultura y no por el éxito? Es por ello importante e insisto, que debemos llevar el discurso de cada una de estas disciplinas más allá de lo académico, romper con estas fronteras, cambiar el discurso actual de cada una de estas disciplinas humanísticas y así hacer de la globalización desenfrenada, un medio para globalizar, la historia, la pedagogía, la filología, al arte, a la filosofía. Las humanidades en general. Y siendo conscientes, de las diversas limitantes a superar que tienen todas ellas y en particular de la política sin ética y el ámbito académico. Abramos el debate para discutir las estrategias que nos ayudarán a llevar las humanidades más allá de lo académico.

2.- ¿Quién es la filosofía?
Ahora considero prudente detenerme en esta segunda parte y preguntarme más a fondo, por el porvenir de la filosofía, de su importancia en nuestro país, del progreso de ésta frente a la ciencia, a lo político, frente a lo global. ¿Qué sentido tiene hoy día estudiar filosofía? ¿Para qué? Si lo de hoy es la tecnología, el derecho, la criminología; la administración y sus diferentes vertientes. Así, quien quiera alcanzar un “excito personal” sin que el otro importe,  en la vida laboral, económica, administrativa, lo exhorto a no tomar el camino escarpado de la filosofía, a no abrir la ventana del mundo dado, a no voltear atrás y mirar fuera de la caverna[8] pues este mirar, este andar derribando ídolos, es hasta cierto punto doloroso, pues tal como lo narró Platón, una vez que uno ha volteado atrás y se ha dado cuenta que lo que ante nosotros se ha manifestado siempre, han sido sombras de algo que está afuera de ese mundo dado, entonces,

“lo sacaran de allí por la fuerza y lo llevaran por la áspera y escarpada subida, sin dejarlo hasta no haberlo arrastrado afuera, a la luz del sol, […] sufriría y se irritaría  de verse así arrastrado, y que, cuando llegara a la luz, tendría los ojos tan llenos de su resplandor como para no poder ver ni una sola de las cosas que actualmente llamamos verdaderas”[9]

Antes de seguir quisiera dejar muy en claro que no me hayo en contra de las otras disciplinas ajenas a lo humanístico, sino lo que cuestiono de ellas, es su carácter frívolo, individualista, que se empeña en ver a cada una de las personas como meros medios para fines económicos y políticos. Pues ¿por qué será que las universidades particulares más allá de promover las disciplinas humanísticas, las dejan fuera? Instaurando así carreras con fines meramente empresariales, donde lo importante en cada una de esas carreras no es fomentar el análisis de su estructura misma, ni el cuestionar el por qué hacer las cosas así y no de otro modo, sino simplemente obedecerlas y seguirlas como si todo fuera una receta de cocina. Pero hasta las recetas más sencillas en la cocina, requieren de un mínimo de sentido común, de sensibilidad para con los ingredientes que la conforman. De una gran pasión y amor por lo que se está llevando acabo, pues de lo contrario no resulta, por más que hayamos seguido al pie de la letra todo lo que en ella se decía.

El problema estriba justamente en que hoy día la juventud desenfrenada, no quiere pensar por sí misma, no quiere darse cuenta que la vida no es un momento fugas en donde podemos seguir recetarios para salir bien librados de ella, de sus adversidades, cree que lo que importa hoy es estar a la par con lo tecnológico, con lo que un  ídolo diga, con lo que un jefe ordene. Pues “presta más problema interpretar las interpretaciones que interpretar las cosas”[10]. Justamente este interpretar las interpretaciones, es confrontarnos con el otro, es ir siendo de manera independiente –no individualista-, por el sendero de la vida, estructurando redes con los otros… es sentir dolor cuando hay que sentirlo y alegría cuando ésta se encuentra cerca. Pero todo esto implica salir de la caverna. Con esto no quiero decir que la filosofía sea el único medio para lograrlo, pero sí el que más exige y si se acepta desinteresadamente la vocación, nos conducirá a los que estamos en ella, a contribuir de manera mayor a la cultura; a ver por los otros, a tratar de sacar al sujeto ajeno del mundo, para hacerlo consiente de sí y de que toda responsabilidad de sus actos está en él y en nadie más; también debemos estar conscientes hoy que eso que llamos dios no es un sustento firme donde se erijan las leyes, las moralidades, las responsabilidades de los actos de cada uno de  nosotros, pues ¡Dios, no es más que una metáfora, en este gran poema trágico llamado: Vida!  

Por ello el quién de la filosofía debe ir más allá de sus propias fronteras, más allá de sí, regresar al mundo de donde ha partido, ir al fondo de la caverna por los otros que hasta hoy siguen atados de pies y manos. El estudiante de filosofía debe darse cuenta que ésta más que ser una disciplina que nos prepare para la muerte[11] es una forma de andar en la vida y con mucho carácter, debe ir de la mano con la ciencia, la política, la administración de empresas, ad infinitum.

3.- ¿Ha muerto la Filosofía?
Retomando la idea de progreso en la filosofía; hasta hoy pareciera que en los últimos cien años no ha habido tal, pues si bien las discusiones que hoy se dan a nivel académico parecen retornar una y otra vez sobre lo mismo, dejando de lado todo compromiso con la sociedad, consigo mismos, con su familia, con la naturaleza, ha olvidado que no es lo mismo ser estudiante de filosofía; maestro o doctor en filosofía, que filósofo. No niego que hoy día y entre nosotros no exista el filósofos, los hay pero muy contados. A ellos exijámosles que se hagan presentes, que levanten la voz de sus palabras, que sean la piedra de toque para el progreso de la sociedad mexicana. Pues el filósofo, considero, es alguien que está por encima de toda regla académica, de toda estructura sistemática erudita. Tan arriba que sus alas de cera deben derretirse para caer presuroso a la tierra, fuera de las aulas.  Con esto la filosofía debe:

 “comprender lo que es, […] En cuanto al individuo cada uno es hijo de su tiempo, y la filosofía es el tiempo mismo aprehendido, […] la filosofía siempre llega demasiado tarde: cómo pensar sobre el mundo, surge en el tiempo, después que la realidad ha cumplido su proceso de formación y se halla realizada. Cuando la filosofía pinta al clarobscuro un aspecto de la vida ya envejecido y en la penumbra, no puede ser rejuvenecido, sino tan sólo reconocido: la lechuza de Minerva inicia su vuelo al caer el crepúsculo.”[12]


No es ya la lechuza de Minerva que solía echar el vuelo al concluir el día, pues “gris, amigo mío, es toda teoría. Verde el áureo árbol de la vida”[13] El filosofar debe estar allí en el momento, en lo que se vive día con día, debe filosofarse en devenir. Ante el dictum hecho hacia la filosofía, hecho por la ciencia, por su discurso y en particular por Stephen Hawking, que más que condena es y debe ser un reto para la filosofía misma, pues en su más reciente obra El gran diseño, señala y afirma que:
Los humanos somos una especie marcada por la curiosidad. Nos preguntamos, buscamos respuestas. Viviendo en este vasto mundo, que a veces es amable y a veces cruel, y contemplando la inmensidad del firmamento encima de nosotros, nos hemos hecho siempre una multitud de preguntas. ¿Cómo podemos comprender el mundo en que nos hallamos? ¿Cómo se comparta el universo? ¿Cuál es la naturaleza de la realidad? ¿De dónde viene todo lo que nos rodea? ¿Necesitó el
universo un Creador? La mayoría de nosotros no pasa la mayor parte de su tiempo preocupándose por esas cuestiones, pero casi todos nos preocupamos por ellas en algún instante.

Tradicionalmente, ésas son cuestiones para la filosofía, pero la
filosofía ha muerto. La filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la física. Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda de conocimiento. [14]


Ante esto, amigos humanistas, debemos poner mucha atención, pues no es que estemos en contra de la ciencia, de su discurso y que pongamos en duda sus descubrimientos, declarándole así la guerra, no, sino más bien, es un llamado a nosotros mismos, para deconstruir cada una de nuestras disciplinas humanísticas y ver en qué nos hemos equivocado, qué tan arrogantes y narcisistas nos hemos vuelto, para que hoy la ciencia se vea a sí misma como la portadora del conocimiento absoluto, poner en cuestión nuestra labor como humanistas es la pauta para iniciar un nuevo porvenir de éstas. Que la ciencia anuncie ya la muerte de la filosofía, es también el anuncio de la muerte de todas y cada una de las disciplinas humanísticas. Pues no debemos olvidar quien dio a luz a todas ellas. Si bien, no se trata de discutir quién tiene la razón última, la verdad última, ya que al final no existe tal verdad; sino el impacto que generan  estas pretensiones en la sociedad.

Con este anuncio que una parte de la ciencia ha hecho, entiendo porque la psicología, el derecho, la economía, han querido colocar sobre sí la corona de la ciencia, pero el que la psicología pretenda ser ciencia, no es el problema, el inconveniente es que la ayuda que antaño solía brindar a sus pacientes, se ha hecho más frívola, viendo en ellos no ya a pacientes, sino a modelos de laboratorio, a elementos que generan ganancias monetarias, a ratas de laboratorio con las cuales experimentar y probar teorías. Y qué decir del derecho, que ha pretendido adoptar la perfección científica, tanto que hoy día en nuestro sistema penal mexicano, se dejan ver sus carencias, sus derrotas ante la impunidad, ante la carente reformulación de las leyes, amigos abogados, no olviden que las leyes no son científicas, sino meros constructos que se promulgan y aceptan en común acuerdo por cada sociedad y por ello sometidas están a la hermenéutica y si recordamos bien, toda interpretación no cabe en el discurso científico.

Es hora de surcar otros rumbos para la filosofía, es ahora de rehacer la filosofía, ante esta, que yo llamo, su primera muerte. Y hagámonos consientes de la finitud de las cosas y en este caso de la teoría filosófica, trascendamos lo teórico, y construyamos entonces una filosofía práctica, pues esto  no es imposible, solo basta mirar a Oriente y percatarnos de lo que ellos han venido haciendo. Pues su filosofía no tiene nada que pedir ni envidiar a la nuestra. Y en la posesión está la clave, pues al hablar de nuestra filosofía o de su filosofía, anteponemos ya en principio una barrera ideológica entre Oriente y Occidente, entre las distintas filosofías. Pero esta barrera, cabe mencionar, es erigida sólo de nuestro lado, ya que Oriente, en ningún momento se ha cerrado con Occidente, ellos no hablan de su filosofía, de su ideología, de su identidad. Pues si bien lo que menos podemos hallar en Oriente es a un “yo” individualista aferrado a una identidad, a un nacionalismo o nacionalidad y la prueba más fehaciente es el que autores como Hajime Tanabe, Shizuteru Ueda, Nāgārjuna y el mismo Buda, que si bien no escribió propiamente; jamás se cerraron a hablar de Occidente, sino por el contrario, tanto Tanabe como Ueda, utilizaron a los filósofos occidentales, como vehículos para poder traspasar las barreras ideológicas que justamente hasta hoy día seguimos erigiendo. Pues miro mi alrededor factico e histórico y descubro que ese afán por forjar una identidad, una ideología, una cultura cerrada, en todo caso anticultural, ha llevado a Occidente a cometer las más atroces y nefastas guerras.

Trascendamos entonces “la filosofía especulativa de la intuición intelectual cuanto que ella está usualmente en el ámbito del pensamiento basado en la razón.”[15] Así, cambiemos el discurso teórico filosófico por un discurso práctico filosófico y que esto no sea sinónimo de hartazgo, de elitismo, de intelectualismo. El estudiante de filosofía no debe quedarse sólo en eso, sino que debe aspirar y sufrir la trasformación, la metamorfosis casi mítica al filósofo. Rompamos con toda razón analítica opresora que nos apega a todo cientificismo. Tomemos el concejo que Tanabe nos da respecto a que nos vemos obligados a llevar la crítica de la razón hasta sus últimas consecuencias, hasta su destrucción sintética y absolutista. Pues no debemos olvidar que todo conocimiento, toda abstracción racional, todo principio trascendental[16] por más puro que quiera hacerse, se halla anclado necesariamente en lo fáctico, aún Kant con sus enunciados a priori[17]con sus ideas

“[…] como el de personalidad, libertad, autonomía y demás, que él toma como principios constructivos de la subjetividad moral, no son meros conceptos sintéticos formales, categorías lógicas del reino teórico. Por el contrario, determinan los contenidos del sujeto moral y por ello no pueden existir nunca separados del entorno histórico del sujeto.”[18]

Por ello rompamos nuestra propia identidad académica que se nos ha venido forjando y escuchemos otras ideas distintas, atrevidas, no para adoptarlas y hacernos a su forma, sino todo lo contrario, sabernos y vernos vacíos, que nada está dado, sino mediado por la finitud y esto nos permita seguir trabajando día con día hasta lograr una gran conciencia ética que se implante en la ciencia, en la política, en la economía y en cada una de nuestras vidas cotidianas. Sé que las guerras, las disputas, las muertes son inevitables. Pero hagamos que sucedan muy remotamente. Así la responsabilidad de cada disciplina humanística no estriba en ella misma, sino en el individuo humanista pues en sus manos está ir más allá de su propio horizonte.

A manera de conclusión recordemos entonces, que el porvenir de las humanidades y de la filosofía misma está en su propio devenir, en su sujeto fáctico, en ir más allá de lo académico, de incluir en el discurso teórico, lo práctico y mantener así un equilibrio que ni nos deje fuera del mundo, ni inmersos en lo mundano; conscientes de que en este devenir todo es y deja de ser, para volver a erigir algo nuevo. Que las ciencias y las humanidades trabajen juntas, sin pretender ser, una igual a la otra, sabiendo así reconocer sus fronteras, saber reconocer las limitantes de cada disciplina humanística, así como sus alcances e impactos en la sociedad. Hacer de los estudiantes, no eruditos, sino verdaderas personas comprometidas con el porvenir de sí mismos y de cada una de las personas con las que conviven, no erigir murallas de intelectualismo, sino romper paredes y vaciarnos sobre los demás para construir una gran multicultura pues –parafraseando a Freud-: todo lo que se haga en favor de la cultura, se hará a favor de la paz.
















Bibliografía.
Nietzsche, Friedrich. La gaya ciencia. Madrid Alba libros [Grandes obras de la 
                                      literatura.]

---------------------------. Así hablo Zarathustra. Madrid Alba libros. [Grandes obras de la 
                                      literatura.]

---------------------------. “Segunda conferencia” en Sobre el porvenir de nuestras escuelas.
                                      Introd. de Giorgio Colli, trad. de Carlos Manzano Barcelona
                                      Fabulas Tusques editores. 2000

Weber, Albert. “Budismo” en Revista de estudios budistas. No. 8 p. 116 (octubre –
                                      marzo. 1995)

Werner, Jaeger. Paideia. Trad. de Joaquín Xirau y Wenceslao Roces. México FCE. 1957

Benedetti, Mario. “¿Qué les queda a los jóvenes?” en Antología poética. Introd. de
                                       Pedro Orgambide. Barcelona Planeta, 1999. [Obras maestras de
                                       la poesía] 

Platón, La República. Introd., versión y notas de Antonio Gómez Robledo. México,
                                       UNAM, 2007. [Col. Bibliotheca Sscriptorum Graecorum et
                                       Romanorum Mexicana]

Derrida, Jacques. “La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias
                                        humanas” en La escritura y la diferencia. Trad. de Patricio
                                        Peñalver. Barcelona Anthropos, 1989.

G. W. F Hegel. Filosofía del derecho. Versión digital.

J. W. Goethe. Fausto. Versión digital.

Hawking, Stephen y Mlodinow, Leonard. El gran diseño. Trad. de David Jou Mirabent.
                                         Barcelona, Crítica 2011.

Hajime, Tanabe. Pilosophy as Metanoetics. Trad. al español de Rebeca Maldonado y
                                         colaboradores.  La edición castellana aún no ha sido
                                         publicada.  


[1] Cf. Nietzsche, Friedrich. La gaya ciencia. Parágrafo 125 el loco.
[2] Weber Albercht. Budismo en Revista de estudios budistas; p. 116).
[3] Jaeger, Werner. Paideia. p. 19
[4] F. Nietzsche, “II Conferencia”, en Sobre el porvenir de nuestras escuelas, p 67
[5] Ibid., p 66
[6] M. Benedetti, Antología poética, pp. 278-279

[7] F. Nietzsche. Así hablo Zarathustra. Parte I, p. 21
[8] Cf. Platón. República. Libro VII, Alegoría de la caverna.
[9] Ibid. 515 c

[10] Montaigne. Apud Jacques Derrida, op. Cit., p. 383.
[11] Cf. Platón, Fedón, 64 a - 66 a

[12] Hegel, Filosofía del derecho. Prólogo. Versión digital
[13] J.W. Goethe, Fausto. Versión digital )
[14] Stephen Hawking y Leonard Mlodinow. El gran diseño. p. 11
[15] Hajime Tanabe. Philosophy as Metanoetics. Capítulo I
[16] Cf. Immanuel Kant. Crítica de la razón pura. passim  
[17] Cf. Ibidem. 
[18] Hajime Tanabe. Philosophy as Metanoetics. Capítulo I

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